La reapertura de un clásico

 

Raquel Rodrigo, actual propietaria de El Tropezón, relata en exclusiva para Informe los detalles y el contexto que dieron lugar a la reapertura del mítico restaurante que desde 1896 se convirtió en lugar de encuentro de tangueros, artistas, bohemios y políticos.

 

– ¿Cuál es la historia y el origen de la reapertura de El Tropezón?
– La historia cuenta que llegué de casualidad aquí, ya que no pertenecía al rubro gastronómico. En realidad, debido a que mi familia tenía una cadena de estacionamientos, vinimos a comprar el estacionamiento que está contiguo a El Tropezón. El rematador nos ofreció el garage y un local comercial que había al lado. Nosotros jamás entramos al local -que es este- pero compramos la propiedad porque nos interesó que tenía aire libre y se podía construir arriba. Hicimos reformas y al mes de haber comprado, abrimos el estacionamiento. El día de la inauguración, con la familia nos fuimos caminando por el frente y cuando paso por una columna -que existe todavía- veo una mayólica que dice: «Aquí funcionaba el antiguo restaurante El Tropezón», así que me entero ese día, un mes después de haber comprado. Ni el rematador ni quienes vendían nos informaron que aquí funcionaba El Tropezón. Cuando compramos, supimos que anteriormente funcionaba una ART, que luego se trasladó a la Avenida Córdoba, ya que encontramos el armado de la oficina y el lugar de rehabilitación de los trabajadores accidentados. Esa tarde de abril del año 2015 en que vi el cartel, me dije a mi misma que iba a abrir el restaurante. Tenía la historia de El Tropezón muy grabada, porque amo Buenos Aires, todo lo porteño y, por supuesto, el tango. Entonces, yo sabía qué significaba haber comprado esto, lo cual desconocíamos en el momento de la compra. Es más, cuando nos comunicaron que también nos vendían el local comercial, nosotros no lo queríamos, porque teníamos cadenas de estacionamientos, así que no nos interesaba el local en términos de nuestro negocio. A partir de ese momento, comencé a realizar investigaciones para abrirlo, y lo primero fue la marca. Uno de mis hijos -que es abogado- me contacta con un colega y me dice que la marca está a nombre de un «equis» y que a marzo de 2016, si el señor no la utilizaba, la tenía que devolver por la ley de marcas. Durante todo el año 2015 me dediqué a pedir presupuestos y también traje especialistas para ver si la estructura podía soportar el restaurante, es decir, fue mucho el trabajo realizado. Por otra parte, durante todo ese año tuve la negativa absoluta de mi esposo y de mis hijos respecto a la posibilidad de que abriera un restaurante. Entonces, cuando transcurre ese año donde ya tenía la idea de cómo hacerlo, empecé a desistir de abrirlo porque me dije a mi misma que tirar por la borda un matrimonio de tantos años por un restaurante, no valía la pena, así que, dejé en suspenso la idea. Al año siguiente, a mitad de 2016, viajé con mi esposo a España y como este restaurante fue fundado por dos españoles, y desde un principio tuvo una fuerte impronta de cocina española a través del Cocido madrileño, y los Pescados y Mariscos realizados con la técnica maestra utilizada en España, entonces allí me vuelvo a entusiasmar con la idea y mi marido me da la anuencia para poder llevarlo a cabo. Cuando regresé en agosto de 2016, decidí empezar desde cero, es decir, por la marca. Llamé al abogado que anteriormente se había ocupado del tema y para mi sorpresa me comunicó que la marca ya estaba a mi nombre, porque la había comprado mi hijo Ezequiel hacía seis meses, quien la adquirió porque la marca se desocupó para esa fecha. Así que la emoción fue grande, porque compré la propiedad sin saber que era el local de El Tropezón y la marca la heredé casi sin hacer nada, con lo cual, lo tomé como un regalo de Dios porque si me pongo a pensar en este lugar, en la marca y en lo que significa este restaurante, llego a la conclusión de que ni siquiera lo busqué. A partir de ese momento, me puse a estudiar -a través de un curso de seis meses- Administración Gastronómica en la Universidad Di Tella, que me sirvió una barbaridad, porque aprendí el manejo de la empresa gastronómica, que va desde la arquitectura hasta la logística; los alimentos, el origen de los mismos y cómo se cocinan; cómo había que armar una carta; cómo había que reconocer el lugar; la relación con los vecinos, etc. Así fue como abrimos El Tropezón en septiembre de 2017. La obra duró un año y dos días. El viernes 8 de septiembre de 2016 empezó la obra, y el 12 de septiembre de 2017 se inauguró.

 

La barra resulta imponente dentro del salón, ¿cómo juega en el armado del espacio?
– La barra actúa como paralela al salón comedor. El espacio del subsuelo es de usos múltiples, ya que colocamos un proyector con su correspondiente pantalla, que ya se utilizó, por ejemplo, para ver los partidos de fútbol de Argentina de las Eliminatorias, las finales de los grandes torneos de tenis, o para eventos empresariales. Y los martes hemos implementado una Cena-Show de Tango para 40 personas como máximo, donde organizamos la cena a las 21 horas y a las 22.15 comienza el show. La cocina está abierta hasta la 1 de la madrugada. La barra funciona hasta las 2 am, y además de tragos se pueden pedir las clásicas tapas españolas o disfrutar de una picada.
El restaurante tiene capacidad para aproximadamente 130 cubiertos en el salón y 40 en la cava ubicada en el subsuelo.

 

– ¿En qué consiste y cómo se estructura la Cena-Show de los martes?
– Desde un principio, quisimos dar a este lugar una característica diferente al resto de los sitios que ofrecen espectáculos de tango con un armado tradicional de mesas pequeñas. Para diferenciarnos, hice traer una mesa maciza desde Misiones, que es de una sola pieza, de una madera que se utiliza para las canoas denominada timbó. No quería una «mesita redonda con cuatro sillitas». Además, una sola mesa grande involucra el acto de compartir. Empezamos con las cena-show el martes 2 de enero y ya vinieron turistas canadienses, americanos -que nos derivó el Hotel Savoy- y españoles, además de gente local, y lo que notamos es que tener una única mesa grande invita a la conversación, donde todos conversan con todos y disfrutan el espectáculo. El denominador común es distenderse, poder cenar tranquilo al término del día y ver un buen show autóctono, que ofrecen ocho artistas «para sacarse el sombrero», que provienen de ‘Grandes valores del tango’. El grupo está conformado por un bandoneón, una guitarra y un cantante (de tango y folklore). Como hay una pincelada de folklore, a ellos se agrega otro guitarrista del género, y se completa con una pareja de tango y otra de folklore. Hay dos opciones, ya que uno puede cenar y ver el show, con un costo de 1200 pesos; o puede tomar un cocktail con derecho al show -que empieza a las 22.15 horas- que comprende un trago y dos tapas españolas, con un costo de 400 pesos. Para ambos, recomendamos realizar reserva previa. Por lo tanto, se trata de dos propuestas accesibles, ya que alguien que cenó en su casa puede venir a ver sólo el show y tomar un trago. Y para quien elige la cena-show, incluye entrada, plato principal, postre y bebidas (gaseosa o agua, copa de vino y café), con lo cual, está todo incluido en el precio. La gente se va muy satisfecha. Lo recomiendo muy especialmente para los argentinos que deseen ver un verdadero show de tango.

 

– ¿Qué tipo de público concurre a El Tropezón?
– Absolutamente heterogéneo. Por ejemplo, hace poco tuvimos 20 personas celebrando que se recibía una chica de 22 años, y en la mesa había mayoría de personas jóvenes, además de sus padres y abuelos, entonces, nos llena de orgullo y felicidad que eligieran El Tropezón para celebrarlo. Por lo tanto, viene gente de todas las edades, desde los históricos que concurrían al antiguo Tropezón, hasta gran cantidad de actores y artistas reconocidos, así como también productores teatrales.

 

– ¿Cuál es el plato vedette de la carta?
– El plato sugerido de la casa es el Puchero. Arrancamos los domingos 18 y 25 de marzo, ya que no es un plato para consumir en verano, y a partir de abril, todos los domingos al mediodía y los miércoles por la noche. Los platos tienen precios accesibles y además dependiendo de la elección, se pueden compartir. Se trata de un restaurante con una muy buena relación costo-calidad. «Es un dinosaurio que empezó a caminar», concluye Raquel Rodrigo.

 

Menú El Tropezón
La carta de El Tropezón propone Entradas como Matambre arrollado con Ensalada Rusa; Champignon Relleno, Mozzarella a la Milanesa; Provoleta Hidalgo; Rabas o Berenjena Parmesana. Además, hay opciones de Ensaladas como «El Tropezón» (Lechuga, tomate, huevo, atún, aceitunas, queso parmesano, cebolla); Ensalada de Rúcula con Salmón ahumado; o la clásica Caesar (Mix de verdes, pollo, croutons, aceitunas negras, escamas de queso con salsa Caesar). Entre los Platos Principales, se destaca el Lomo a la Pimienta con papas a la crema; Bife de Chorizo con papas fritas; Milanesitas de lomo con puré; Lomitos de Pollo a la crema champignon con papas noisette; Matambre a la pizza con papas españolas; Salmón rosado del Pacífico con espinacas a la crema; Risotto de Langostinos, etc. Los Clásicos Españoles contemplan opciones como Callos a la Madrileña; Pulpo a la Gallega; o Gambas al Ajillo. La vedette es el Puchero Buffet. Las Pastas abarcan platos como Ravioles verdes caseros a la Rossini; Sorrentinos caseros al huevo, a la Bolognesa; Lasagna Rellena de carne, verdura, jamón, ricota y mozzarella; Tallarines Don Chicho con frutos de mar, entre otros. Para finalizar, nada mejor que un exquisito Postre como Tiramisú; Crema Catalana; Flan casero con crema y dulce de leche; Brownie; Lemon Pie; Don Pedro, etc.

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En El Tropezón trabajan alrededor de 20 personas. Abre de 8 de la mañana al cierre, que puede ser a la 1 o 2 am. Dispone de estacionamiento -de nombre Emilio- sin cargo por una hora, contiguo al local. Acepta todas las tarjetas de crédito.