Fernando Iglesias sostiene que el gobierno está demostrando una capacidad de toma de decisiones

importante, sin ningún tipo de complejos, que unida a una salida más o menos razonable del cepo, un aterrizaje de la economía y un funcionamiento del crecimiento a partir de mediados o fines de año, creará la plataforma para evitar el «club del helicóptero». Denomina así a la estrategia política del Kirchnerismo, que apuesta a desgastar la figura y el gobierno de Macri para promover un fin de mandato anticipado. «Si el gobierno de Cambiemos es exitoso, el Kirchnerismo se va a convertir en una secta, no digo trotskista, pero sí minoritaria, delirante y testimonial. Si el gobierno de Cambiemos fracasa, probablemente el relevo sea del Kirchnerismo».

 

 

Fernando Iglesias, escritor y periodista especializado en los aspectos políticos de la globalización, Presidente del Consejo del World Federalist Movement, ex Diputado Nacional por la Coalición Cívica, analiza la realidad sociopolítica argentina.

– A más de dos meses de gestión del nuevo gobierno, ¿cuáles considera que son las medidas más positivas de la gestión Macri, y cuáles las negativas?

– Una de las medidas más positivas, en lo económico, ha sido la salida del cepo que, claramente, presentó muchas menos dificultades que las que se esperaban y que las que esperaba el Kirchnerismo que, por boca de Scioli, habló de un dólar a 18 pesos. Y el segundo aspecto que me parece muy bien, en lo político, es que está demostrando una capacidad de toma de decisiones importante, sin ningún tipo de complejos, a pesar de que es un gobierno intrínsecamente débil, porque no maneja ninguna de las dos Cámaras, tiene claramente una muy pequeña minoría en el Senado, y también la cantidad de provincias que maneja no son tantas. A pesar de esto, ha demostrado una voluntad de «no ser De la Rúa» que, unida a una salida más o menos razonable del cepo, un aterrizaje -espero- razonable de la economía y un funcionamiento del crecimiento a partir de mediados o fines de año, cree la plataforma para evitar el «club del helicóptero». Es decir, esto es lo que está claramente rondando el kirchnerismo, que es erosionar la figura de Macri hasta desgastarla, para promover un fin de mandato anticipado, como siempre ha hecho el Peronismo cuando no ha gobernado. Por suerte, el Peronismo no kirchnerista se está comportando, hasta ahora, con razonabilidad, pero el Kirchnerismo realmente se ha transformado en esto, en el «club del helicóptero».

En el plano negativo, me parece que existieron algunas medidas que tal vez fueron apresuradas, como el nombramiento de los jueces de la Corte por DNU, cómo se negoció el tema de la coparticipación, y el hecho de imputarle a la coparticipación el tema de la Ciudad de Buenos Aires, toda una serie de cosas que también son discutibles y que no me parecen graves. Considero que aún dentro de los errores, el gobierno -y cuando digo «gobierno» no me refiero a Macri ni al PRO, sino a Cambiemos- se ha manejado dentro de la ley, y ha jugado fuerte dentro de los límites que permitía la ley. Después de 12 años de violaciones sistemáticas de la ley del estado del derecho por parte del kirchnerismo, me parece que es un enorme paso adelante, en particular considerando la situación crítica que ha dejado en el país.

 

– ¿Coincide con quienes señalan que las paritarias y los holdouts son los grandes desafíos que debe afrontar Cambiemos en los próximos días?

– En una nota que escribí recientemente bromeaba con el título de mi libro (Nota del editor: «Es el Peronismo, estúpido») diciendo que «es la economía, estúpido». Y la realidad es que «es la economía, estúpido». Está claro que el futuro de este gobierno se juega en la resolución de la crisis económica. Ahora, está claro también que entregaron un gobierno donde no sólo la provincia de Buenos Aires está quebrada, sino todo el país está quebrado, en el que 7% de déficit fiscal es un país quebrado y que hace 4 años que no crece; es un país con 16 millones de argentinos en edad laboral sin trabajo según cifras del INDEC; con una pobreza que, podemos dudar entre 25% y 30%, pero que son cifras mayores a la media de los ’90, con un tercio de trabajo en negro. Por lo tanto, son cifras de abismo. Y además, la consolidación de un grupo marginal que abarca una porción enorme del país. Podemos discutir si es el 10%, 15% o 20%, pero la cantidad de «ninini» que van por la tercera generación que ni trabajan, ni estudian, ni esperan hacerlo -porque han perdido hasta la esperanza- se ve todos los días, por ejemplo en los problemas que hay con las barras bravas, en el trapito violento que le pega al que no le da la propina, es decir, en el nivel de delincuencia general que hay, o en las patotas que arman personajes como Milagro Sala. Me parece que este es el gran problema del país. Hemos pasado de que la pobreza fuera el principal problema del país en los ’90, a que la marginalidad y el crimen organizado sean hoy nuestros principales problemas.

 

– ¿Existe un nivel de crítica despiadado hacia el gobierno, considerando que a pocos días de haber asumido ya se lo estaba criticando duramente?

– Creo que hay que tener un poquito de memoria histórica, para estos muchachos que hablan tanto de la historia y de la memoria. La historia argentina indica que el último gobierno no peronista que finalizó su mandato fue el de Alvear, entre 1922-1928. Después, tanto en 1989 como en el 2001 «pasó lo que pasó» con una participación cómplice muy clara del aparato del Partido Justicialista y, en particular, del Justicialismo de la Provincia de Buenos Aires. Entonces, me parece que esto no se puede obviar porque es un elemento de análisis de toda la realidad. Hoy se habla de «criminalización de la protesta social» pero rodear una casa de gobierno provincial como en Jujuy, o armar un acampe en Plaza de Mayo, no es protesta social, es una amenaza clara a la gobernabilidad y una apuesta a un nuevo helicóptero, y eso creo que el gobierno no tiene que permitirlo. Este es un punto muy claro. Hay un sector del Peronismo kirchnerista que juega conscientemente y desde el principio, y lo ha hecho ya cuando se han negado a la foto de entrega del bastón de mando, donde el mensaje es muy claro: «No reconocemos a este gobierno como un gobierno democrático y legítimo; el único gobierno legítimo para este país somos nosotros», y de aquí sale toda la estrategia política que se resume en apostar al desgaste del gobierno de Macri, con esta idiotez de la «micromilitancia» y hacer correr la bolilla de que hay miles y miles de despidos en todos los sectores económicos. La verdad, que me lo muestren. Me voy a empezar a preocupar el día que me muestren cuál era el volumen de despidos que había hasta el 10 de diciembre, y si se incrementó -o no- y en qué sectores. Porque me parece que lo que existe es una más que justificada política de reducción de los «ñoquis» del Estado, que son miles y que no son trabajadores, y cuya expulsión del sistema de pagos no solamente no afecta a la clase trabajadora, sino que la beneficia, porque crea las condiciones para una economía que se pueda relanzar y para unas inversiones en las que quienes trabajan y viven de su trabajo no tengan que subsidiar eternamente a gente que vive de lo que llaman «militancia» y, en realidad, es simplemente ser «ñoqui».

 

– ¿El hecho de que Gobernadores e Intendentes reclamen el tema de la coparticipación se puede traducir también como «poner palos en la rueda», o se trata de un aspecto político?

– «Bienvenidos a la República y al Federalismo» a todos estos muchachos que se pasaron 12 años diciendo: «Sí Cristina, sí Cristina». Después de 12 años de «Sí Cristina sí», ahora han descubierto el Federalismo. Bueno, está bien, tenemos que ir hacia ese lugar, pero tenemos que ir en formas razonables. Por ejemplo, en el tema específico de la Anses, el gobierno del Partido Justicialista en los años ’90 le quita el 15% a las provincias, con la anuencia de las provincias, para financiar a la Anses por la creación de las AFJP. Cuando se quedan con las AFJP y, por lo tanto, el flujo hacia la Anses se restablece, no le devuelven la plata a las provincias, y de los quince gobernadores, sólo tres protestaron. Entonces, me parece razonable que Macri le devuelva el dinero a esas tres provincias y con las demás se siente a conversar, porque tampoco se puede ser cómplice de Cristina y de un día para otro pedirle al gobierno de Macri que te devuelva todo «de un saque». Me parece que hay que darle tiempo y atender una situación nacional que es muy complicada.

 

– ¿Comparte la sensación de muchos respecto a que el gobierno de Macri no ha realizado todavía todo lo prometido a sus votantes, excepto en el caso del cepo, ha dado marcha atrás con algunos temas, y no comunica ni demuestra en forma fehaciente a quienes no lo votaron el estado en que recibió el país?

– Aquí haría dos observaciones. La primera es que uno puede criticar alguna de las medidas que se tomaron, y el propio gobierno si no ha dado «marcha atrás», por lo menos ha corregido un poco «el tiro» admitiendo un error, pero prefiero un gobierno que toma decisiones -y decisiones fuertes- aún cuando a veces se equivoque, a la situación del anterior gobierno no Peronista -que era De la Rúa- donde no se tomaba ninguna decisión para no cometer ningún error. Recuerdo que en un libro de management de Richard Branson, el autor decía que las instrucciones que él les daba a quienes manejaban sus empresas era: «tomen decisiones y tomen decisiones rápidas, con que el 70% o 75% estén bien, estamos perfectos». El problema es que es mucho más alto el costo de no tomar decisiones que el de tomarlas y equivocarse; y también se debe dar «marcha atrás» cuando hay que hacer una pequeña corrección. El gobierno ha demostrado esa flexibilidad.

La segunda observación respecto a su pregunta es que creo que los números convencen al 15% o 20% que sigue la política y que está dispuesto a mirar los números y a entender la realidad de acuerdo a ellos. Hay otra parte enorme de la sociedad a la cual los números no le importan, sólo le importa cómo está y va a votar y a apoyar al gobierno de acuerdo a cómo le vaya. Punto y aparte. Y respecto a la herencia, cuando asumís te tenés que hacer cargo de la misma, y me parece que esta es la apuesta que están haciendo, donde dicen «por más que nosotros mostremos la situación desastrosa, ¿cuántos van a ser los que digan ‘ah, bueno’?». Probablemente quienes tomen en cuenta esto sean los que, como yo, ya estamos convencidos de que la herencia es desastrosa. Los que no la vieron, difícilmente la vean; la cantidad de quienes pueden cambiar es pequeña; y hay otro sector real de la política que es kirchnerista y va a poner en duda los números. Por otra parte, los números son difíciles de mostrar. ¿Qué números? ¿Los del INDEC destruido? Lleva tiempo, una institución como ésta no se reconstruye en dos días. Y hay otro aspecto que son las expectativas. Desde Keynes, todos sabemos el rol que juegan las expectativas en el crecimiento de un país. Si el gobierno sale a decir que la situación es desastrosa, en un país que hace cuatro años tiene una economía que no crece, no parece la mejor receta para salir. Así que me parece que el gobierno en esto hace lo correcto, no abre un frente de discusión del pasado; sabe que cuando uno asume un país, lo asume con lo que viene; y piensa en cómo solucionar las cosas. Me parece que está bien que lo haga el gobierno. Yo soy periodista y hago otras cosas, pero no tengo esa responsabilidad, entonces me parece bien que los funcionarios gubernamentales se ocupen de pensar, sobre todo, en el futuro.

 

– ¿Cómo analiza la discusión legislativa cuando comience a funcionar el Congreso, considerando que el gobierno no tiene mayoría en ninguna de las Cámaras?

– Pienso que el 1° de marzo comienza un nuevo país. Es decir, teníamos un país hasta el 10 de diciembre, otro desde el 10 de diciembre al 1° de marzo que es en el que estamos viviendo, y el 1° de marzo empieza un nuevo país donde el gobierno se va a encontrar con la dificultad de no tener mayoría en las Cámaras, donde el Peronismo va a tener que empezar a enfrentar su propia interna, y donde también la gente vuelve de vacaciones, tiene que pagar las cuentas de dichas vacaciones y los chicos empiezan el colegio. Por lo tanto, es un nuevo país y va a ser complicado, no va a ser un país fácil. Una responsabilidad importante la tiene el Peronismo. Creo que los amigos y los republicanos se ven en los momentos difíciles. En los momentos de fiesta, de la asunción o en el que el 70% de la opinión pública aplaude y tiene esperanzas, es fácil decir «nosotros estamos ahí» o Massa yendo a Davos. Esto está muy bien, pero es muy fácil. Hay que ver qué hace el Peronismo si el gobierno enfrenta, como casi todos los gobiernos lo hacen, momentos difíciles y, sobre todo, momentos difíciles en lo económico. El Peronismo históricamente cuando un gobierno no peronista ha pasado por estos momentos, lo que hace es «oler la sangre» y la posibilidad de llegar al poder rápidamente. Ahí se va a ver si estos discursos republicanos que vienen de Massa, Urtubey, De la Sota, o Rodríguez Sáa -que yo aplaudo- se mantienen o fueron simplemente una adecuación por unos meses y vamos a ver a toda esta gente diciendo: «Ah, Macri empezó bien pero ahora se está equivocando, entonces no lo vamos a salir a apoyar». Esto lo dirá la historia.

 

– ¿Qué reflexión hace sobre el futuro político del Kirchnerismo y La Cámpora? ¿Se trata de un fin de ciclo?

– Es una situación en la que es difícil pensar que el gobierno de Cambiemos y el Kirchnerismo se mantengan así como están. Hay un escenario exitoso para el gobierno en el cual el Kirchnerismo va más o menos hacia el lugar en el que todas estas corrientes extremistas y delirantes ocupan en todas las sociedades, porque «kirchnerismo hay en todos lados». Si uno va a cualquier país del primer mundo, encuentra entre un 5% o 10% de la política que es delirante, por ejemplo en Alemania sucede esto, pero representan el 5% o 10%, mientras que aquí han llegado al 54% de los votos y gobernaron durante 12 años. Esto lo especificó el desastre argentino. Si el gobierno de Cambiemos es exitoso, me parece que el Kirchnerismo se va a convertir en una secta, no digo trotskista, pero sí minoritaria, delirante y testimonial. Si el gobierno de Cambiemos fracasa, probablemente el relevo sea del Kirchnerismo. Supongo que «los muchachos peronistas», me refiero a Urtubey y Massa, están haciendo este cálculo, es decir, si le va mal al gobierno de Cambiemos, quienes van a capitalizar esto ahora no son ellos, sino el Kirchnerismo. A ellos les conviene que al gobierno le vaya lo suficientemente bien para que no capitalice el Kirchnerismo, y lo suficientemente mal -o mediocremente- para poder ser ellos una alternativa de gobierno, es decir, van a jugar ahí.

Respecto a La Cámpora, me parece que van a tener serios problemas porque claramente el tema de la financiación es complicado. Haber perdido la provincia de Buenos Aires para ellos ha sido un desastre, porque de haber ganado se hubieran refugiado allí desde el punto de vista del sustento económico. De todas formas, el Kirchnerismo va a seguir existiendo, es una fuerza importante y, sobre todo, va a ser «el promotor permanente del helicóptero», y esto no es pequeña cosa en la historia argentina, sobre todo con una situación económica tan complicada como la que han dejado.

 

– ¿Cómo analiza la no participación de Elisa Carrió y Ernesto Sanz en el gobierno de Cambiemos?

– Creo que gran parte de la sociedad argentina valora el rol que tomó Elisa Carrió durante tantos años y lamenta que ella no sea la Procuradora General de la Nación, y también lamenté que Ernesto Sanz no sea el Ministro de Justicia de la Nación. Estuve hablando estos días con él y me explicó claramente su situación personal, pero creo que es una pérdida para el gobierno de Cambiemos. De todas maneras, el gobierno es básicamente del PRO pero también con la incorporación de importantes ministros y embajadores por parte del Radicalismo y de la Coalición Cívica. Por supuesto, me hubiera gustado más un gobierno con Carrió procuradora y Sanz ministro de justicia.

 

– ¿Fernando Iglesias planea volver a la política?

– En realidad, nunca me fui. Si usted se refiere a un cargo de funcionario, depende para hacer qué. Creo que puedo aportar algo diferente en términos de mi contribución al gobierno nacional en lo que es mi especialidad, aunque es una faceta poco conocida públicamente, que es relaciones internacionales y, sobre todo, la construcción de instituciones regionales y globales a la altura de las circunstancias. En este sentido, hoy mi principal ocupación es la campaña -de la cual soy Director- para crear una Corte Penal Latinoamericana y del Caribe (COPLA) contra el crimen transnacional organizado. Me parece muy bien crear una Agencia Nacional de Seguridad, pero también hay que crear una Agencia Regional de Seguridad, trabajar desde la frontera norte de México hasta Ushuaia en forma coordinada, con cooperación internacional, y tener una Corte que pueda juzgar a los grandes narcotraficantes y encargarse del control de algunos. Que México hoy esté atrapado en la opción entre admitir que no puede mantener preso a un prisionero y, por lo tanto, tener que extraditarlo a Estados Unidos para que esté preso; o tenerlo y correr el riesgo de que se le escape, me parece tremendo. Si hubiera una agencia de seguridad y de lucha contra el crimen organizado a escala regional, y una corte penal regional, esto lo tomaría en sus manos. Muchos dicen que esto va en contra de la soberanía nacional, y es exactamente lo contrario. Claramente sería para México una solución que compatibiliza el hecho de que el Chapo Guzmán esté preso, y la soberanía nacional mexicana es que el Estado nacional mexicano adhiera a una corte y a una agencia de seguridad regional de este tipo, con el resto de los países latinoamericanos. Latinoamérica tiene que recuperar el control de sus propios problemas, y el crimen organizado es el principal problema de la región. En estos años, estuve dos veces en México por la campaña y se habla de entre 30 mil y 40 mil desaparecidos -entre muertos y desaparecidos- por crímenes relacionados con el narcotráfico, la trata de personas y el crimen organizado.

– En relación al tema de los desaparecidos por la dictadura militar en Argentina, ¿qué opina sobre la polémica acerca del número después de las declaraciones de Darío Lopérfido?

– Se discutieron muchas cosas y, por lo tanto, también opino muchas cosas acerca de cada uno de los puntos. Con respecto al número, opino que es público y notorio el hecho de que el número 30 mil se dio en su momento porque se sabía que había muchas familias -sobre todo muy humildes- que no tenían la posibilidad de denunciar y que el número que manejaba la Conadep era mucho menor, menos de una tercera parte, pero estaba claro que el número 30 mil era algo que en su momento nadie sustentó de ninguna manera concreta. Me parece que es razonable lo que dice Lopérfido, al menos en lo referente al número. Este es un país que tiene un problema con la verdad. No creo que la mentira ha sido una causa, al contrario, la desprestigia. Y realmente no veo en qué sentido decir que los desaparecidos no fueron 30 mil sino 9 mil es de alguna manera una justificación del genocidio, o una cifra que dio Videla, como escuché decir por ahí, es decir, cosas que son verdaderamente delirantes. Creo que un país y una sociedad razonable se asienta sobre la verdad, y haríamos bien en decir cómo fue, que hay documentados alrededor de 8 mil o 9 mil. Es paradójico también que gente que habla tanto del rol del Estado, dé cifras que no son las estatales. La cifra estatal reconocida y documentada es la de la Conadep, entonces deberíamos tomar esa cifra y agregar, si es necesario, que hay muchos que seguramente no han sido denunciados, pero que de ninguna manera la cifra es 30 mil. Que se arme este escándalo y se acuse a Lopérfido de intentar encubrir los crímenes de la dictadura, me parece que es una demostración sobre todo de una sociedad que todavía se siente culpable. Yo no me siento culpable, fui militante de los Derechos Humanos desde 1981, no me siento culpable de lo que pasó, lamento no haber hecho más y no haber estado con las madres en el ’78 y ’79 porque recién me animé en 1981, pero no me siento culpable. Dentro de lo que pude y me pareció razonable hacer, lo hice durante el fin de la dictadura y más adelante. Por lo tanto, no me escandalizo si viene alguien y me dice que la cifra documentada es mucho menor.

 

– ¿El tema Nisman y la citación a Stiuso para que amplíe su declaración testimonial pueden complicar a Cristina?

– Los muchachos dicen que los números tienen que cerrar «con la gente adentro». Yo coincido que hay mucha gente que tiene que estar adentro, empezando por Aníbal Fernández y siguiendo por Cristina Fernández de Kirchner. Me parece que el gobierno tiene en este momento una ventana de oportunidad importante, donde lo único que tiene que hacer es dejar que la justicia actúe, y nada más. Pero no deja ninguna duda que este ha sido el gobierno más corrupto de la historia nacional; en términos de enriquecimiento ilícito de los funcionarios, ha sido inclusive peor que la dictadura, lo cual es una cosa tremenda, porque claramente lo que hizo la dictadura es un crimen mucho más aberrante que robar y que corromperse, pero que un gobierno democrático, desde el punto de vista de la corrupción, sea peor que todas las dictaduras anteriores, no es poca cosa. Y me parece que mucha gente debería terminar en prisión. Cuando hablo de esto, me refiero a altas autoridades, y me gustaría que todos los muchachos peronistas cada vez que me ven, entre ellos el compañero Bárbaro, pero sobre todo las autoridades del partido, que repiten permanentemente que «el kirchnerismo no es peronismo», se encarguen de echar del Partido Justicialista a quienes no son peronistas, empezando por Cristina y Aníbal. Ahí tienen una linda oportunidad para demostrar que eso que me dicen a mí en cámaras de televisión realmente lo creen, y para eso están los tribunales de disciplina partidaria.

 

– ¿Cómo le fue a su libro «Es el peronismo, estúpido» y qué está planeando próximamente?

– No sé qué libro voy a escribir próximamente, tengo un par de ideas en la cabeza pero no las tengo definidas, así que mejor no quemarlas. Con «Es el peronismo, estúpido» fue impresionante. La editorial tiró a la calle ya 40 mil ejemplares, una editorial que no es ninguna de las dos grandes y que, por lo tanto, desde el punto de vista de su capacidad de impacto publicitario y distribución, es mucho menor. Estoy muy contento con Galerna, me han tratado muy bien. Estamos hablando de 40 mil ejemplares y fue el best-seller non fiction del año pasado. No sé mucho, pero dicen que contribuyó al resultado electoral, pero yo no estoy tan seguro de que un libro impacte tan directamente en un resultado electoral y en un plazo tan corto, pero sí creo que fue un termómetro bastante certero de una insatisfacción muy fuerte que había de la sociedad argentina con el Kirchnerismo y con el Peronismo en general. Entre el resultado que hubo y el hecho de que haya sido el ensayo best-seller del año, no hay una relación de causa y efecto, pero sí hay una relación de sintonía. La sociedad estaba harta de una forma de manejar la política, y yo espero que nunca más volvamos a ella.

 

– ¿Tuvo algún ofrecimiento de Cambiemos para ocupar algún cargo en la función pública? ¿Lo aceptaría?

– No me ofrecieron, y sí lo aceptaría dependiendo de dónde fuera. Si fuera en algo en lo que yo creo que puedo aportar algo particular, desde luego. Aspiro a que el proyecto de la Corte Penal Latinoamericana, los proyectos de una agencia ambiental del Mercosur, el proyecto de que exista una comisión anti-mafia dentro del Parlamento del Mercosur, se transformen en políticas de Estado de este gobierno.

 

– ¿Cómo analiza la relación con el sindicalismo?

– Dicen los que saben que el mejor predictor del comportamiento futuro es el comportamiento pasado, y el sindicalismo peronista ha sido muy claro en esto, donde hicieron trece o catorce paros contra Alfonsín, tres o cuatro contra Menem, 4 paros generales en un año contra De la Rúa, con la pobreza a fines de 2001 del 38%, ningún paro general contra Duhalde, a pesar de que la pobreza en un año se fue al 57% según datos del Indec, de manera que no espero que el sindicalismo sea blando con este gobierno, y también espero que no se transforme en un aliado incondicional al «club del helicóptero kirchnerista».

 

– ¿Considera que al Peronismo le va a costar tanto como al Radicalismo volver?

– Me parece que el Peronismo paga las consecuencias de una política que ha perseguido sistemáticamente. Si usted durante años, décadas, junta lo que venga, desde el neoliberalismo menemista hasta la izquierda cuasi trotskista que acompañó al Kirchnerismo, es decir, si va desde Esteche a Cavallo, eso funciona cuando usted tiene el poder. Posee el poder, la caja, la autoridad y eso se alinea, hasta que sale del poder. No sé si Macri está operando para definir al Peronismo. Me parece que «la plasticola» o el pegamento que unía al Peronismo era la caja y los intereses personales de los dirigentes, y por eso esa plasticidad para tener en el mismo cumpleaños a Aldo Rico con Kunkel, que en otras circunstancias se corrían «metralleta en mano» por la calle. Entonces, si usted tiene esto que los politólogos llaman «catch all», que en cristiano significa «agarro lo que venga», funciona cuando usted tiene el poder y la caja. Cuando no los tiene, paga las consecuencias.

 

– ¿En materia de seguridad, cree que el gobierno va a poder contener la protesta social?

– Es una pregunta abierta, pero yo tengo confianza. Me parece que la designación, tanto de Patricia Bullrich como de Alfonso Prat-Gay, que fueron compañeros míos en el bloque de la Coalición Cívica, a quienes conozco personalmente y me parecen dos personas muy capaces, creo que tienen gran capacidad de gestionar lo que están haciendo. El problema de la seguridad es muy complejo, porque existe un aspecto político y otro vinculado al crimen organizado, y ambos son complicados. Creo que estructuralmente y en el largo plazo, ningún gobierno nacional puede manejar por sí solo el problema del crimen organizado, porque éste no es nacional, sino regional y global. Por lo tanto, necesita tener instituciones y una estrategia que supere el ámbito nacional. Y desde el punto de vista del control del espacio público, es muy complicado. El gobierno no sólo hereda una pesada situación económica, sino también instituciones que están destruidas. Es decir, hereda policías, fuerzas de seguridad y la Side o la AFI, que operan como bandas separadas que no reconocen ninguna autoridad, o que tienen cadenas de mando extrañas, algunas de las cuales terminan en el peronismo de la provincia de Buenos Aires, lo cual es complicado. Usted es ministro y da órdenes, pero hay que ver hasta dónde llegan esas órdenes y qué información se filtra. El caso de la protesta social, también es otro problema importante. Si uno deja hacer, se encuentra con la situación de que en Argentina se confunde sitiar una casa de gobierno con protesta social. Andá a sitiar la Casa Blanca y me vas a decir. La protesta social es razonable como una manifestación donde usted va, se manifiesta y luego se va a su casa. Si usted acampa y luego rodea la casa de gobierno, es otra cosa. ¿Qué hace el Ministro de Seguridad en este caso? Envía a la policía, una policía que sale, no está entrenada ni preparada, y sale a reprimir a mansalva, y de repente aparece alguien con 12 perdigones de goma en el cuerpo, por lo tanto, es una situación complicada que va a necesitar tiempo y prudencia para poder ser solucionada, para evitar los dos extremos en los que no se puede caer, la anarquía de «hagan cualquier cosa, total dale que va» en la que hemos vivido, o la represión en la que haya consecuencias graves desde el punto de vista de la seguridad de las personas.