Al empleado del siglo 21 lo encontramos en un punto de inflexión importante. A las empresas les cuesta cada vez más retener a los jóvenes profesionales porque están hartos de sentirse cautivos y coartados, obedeciendo órdenes sin cuestionar y sin espacio a la creatividad, a lo lúdico y a la diversión dentro de las compañías. En equipos de trabajo donde se privilegie la confianza, el trabajo en equipo, el disfrute (que no excluye el esfuerzo ni el logro de resultados) y la escucha efectiva, el grupo es más efectivo a la hora de alcanzar objetivos de trabajo, lo que se refleja luego en más y mejores resultados para la compañía.

 

Escribe Lic. Luciano Porzio

Director General de Protagonista de Cambio *

Una nueva forma de alcanzar resultados

En la antigua forma de transaccionar, las empresas del siglo 20 y anteriores, observaban al empleado como un recurso humano a ser explotado para alcanzar el objetivo deseado, generar ganancias para la compañía y hacer que la compañía aumente su producción y por ende, su valor.

Esta manera de hacer negocios no es un problema mientras que ese empleado se encuentra a gusto o ve canalizada sus necesidades fundamentales, «la empresa me brinda lo que necesito y eso me conforma».

La crisis, no de por sí esta palabra debería tener connotaciones negativas, que estamos viviendo los seres humanos hoy impacta en todos los dominios de la existencia.

En muchos de estos dominios la misma naturaleza nos hace un llamado a volver a un equilibrio. Lo vemos en la deforestación masiva de árboles, lo observamos en la extinción de las especies marinas, lo vemos en los animales llenándolos de alimentos transgénicos que luego terminan en nuestro organismo, en la agricultura arrasando con bosques nativos y centenarios para crear campos de poca duración producto de la afectación del ecosistema y la misma tierra de esos campos, transformándolos en poco tiempo en desiertos… Lo vemos en la industria farmacéutica y médica donde es sabido que, para generar más «negocio», en muchos casos alrededor del mundo juegan con la salud de los seres humanos… y así podemos seguir…

 

Inminentemente esto y la falta de sentido, termina impactando en el mundo emocional del ser humano.

Silenciosa pero vehementemente, está naciendo un llamado interno dentro de cientos de miles de personas a cambiar.

Este llamado se refleja en hastío, en apatía, desgano, rabia y, sobre todo, mucha tristeza.

El ser humano del siglo 21 se encuentra sumergido en una inmensa crisis dominado por la tristeza y la apatía.

No le encuentra sentido a lo que hace porque no le encuentra sentido a su vida.

Cada vez son menos los seres humanos que «llegan» a los puestos jerárquicos y los que lo hacen en muchos casos llegan fundidos emocionalmente o cansados de tener que lidiar en un mar de tiburones que los lleva en muchos casos inminentemente a jugar el mismo juego de desconfianza e hipocresía.

Hoy ya no alcanza con tener un título ni dos masters para «salvarse» económicamente y así por lo menos mi sufrimiento tenga al menos un sentido noble.

 

Al empleado del siglo 21 lo encontramos en un punto de inflexión importante.

A las empresas les cuesta cada vez más retener a los jóvenes profesionales porque están hartos de sentirse cautivos y coartados, obedeciendo órdenes sin cuestionar y sin espacio a la creatividad, a lo lúdico y a la diversión dentro de las compañías.

Las universidades y las carreras tradicionales, le enseñan al ser humano las distinciones técnicas necesarias para que el líder adquiera destreza para el logro de esos objetivos. Esto es necesario y fundamental pero del mismo modo hoy se transforma en fundamental el aprendizaje de ciertas distinciones ontológicas (de la propia forma de ser) de las cuales las carreras tradicionales no enseñan o si lo hacen le dedican escasos módulos de la curricula.

Algunas de esas distinciones a las que me refiero son:

  • Aprender a confiar en mí y en los demás.
  • Aprender a reponerme frente a la adversidad, adquiriendo distinciones emocionales, entendiendo, integrando e incorporando estas distinciones para luego empatizar con el equipo de trabajo.
  • Trabajo en equipo, relegando mis necesidades individuales en función de las necesidades grupales. A la larga esto me beneficia individualmente. Esto no lo hacemos porque nos da miedo, nos cuesta confiar y le tememos a «lo malo que me pueda pasar» si confío.
  • A comunicarse de una manera honesta y respetuosa, haciéndose cargo de los quiebres / problemas de una manera efectiva, observando esos quiebres como áreas de expansión y aprendizaje. ¿De qué manera puedo crecer y ser mejor si no me enfrento ante la adversidad?
  • Aprender a callar la mente y así ser más efectivo a la hora de enfocar en un objetivo. Si mi mente me está mostrando siempre lo que falta o no me deja en paz mostrándome preocupaciones continuas, no voy a poder hacer bien mi trabajo y mucho peor no voy a poder disfrutar, el camino (la vida), mientras tránsito en búsqueda de esos resultados. La felicidad, el bienestar, la paz, son dominios del ser, son dominios ontológicos, no le pertenecen al exterior sino le pertenece al dominio interior. Si el ser humano no aprende a ir a encontrar esa suficiencia (paz, tranquilidad, felicidad) dentro de sí mismo, siempre la va a estar buscando afuera lugar en donde jamás la va a encontrar, haga lo que haga, tenga lo que tenga.
  • Aprender a ser creativo. Desafiar lo establecido o a la autoridad pero de una manera respetuosa y constructiva. Entendiendo y respetando al otro. Construyendo conversaciones de poder y confianza, dándole a la escucha un espacio fundamental. Cuando el ser humano se siente escuchado, se siente tenido en cuenta, reconocido y esto no implica que se vaya a hacer lo que él plantea sino que se lo valida y se lo tiene en cuenta. La humildad es otra distinción ontológica que no enseñan en demasiadas universidades. Esta humildad es la que juzgo debería contar todo líder del siglo 21. Humildad para moverse de sus creencias para habilitar formas de ver distintas. Humildad para reconocer errores y pedir disculpas. Sólo se logra esto cuando el temor no gobierna. Cuando el líder está confiado en sí mismo, se conoce, conoce sus habilidades y sus talentos pero también conoce sus áreas de aprendizaje.
  • Aprender desde el dominio corporal. Del mismo modo que existe la mente y las emociones, también está nuestro cuerpo como área de expansión y aprendizaje. Podemos utilizar nuestro cuerpo para generar cambios, acercarnos a otros, divertirnos (sí, también en el trabajo) y hasta para reconocer a los demás en sus funciones.
  • Aprender a divertirse y disfrutar. Son 9 o 10 horas por día que el empleado se pasa dentro de un trabajo. En el siglo 21 el empleado necesita disfrutar y si bien en gran parte depende de sí mismo, la empresa puede colaborar para que esto ocurra… ¿De qué manera?

*Proporcionándole un ambiente cálido y de confianza.

*Capacitándolo y haciéndolo sentir que es importante en la estructura de la empresa porque de hecho, lo es.

*Reconociéndolo y mostrándole áreas de aprendizaje de una manera honesta y respetuosa. (Coaching).

*Enseñándole a ser el Protagonista de su Vida, a confiar y a creer en sí mismo.

*Dándole espacio a la creatividad y al trabajo en equipo. Que el empleado pueda observarse como parte de la empresa y no como una persona que sólo viene a cumplir con su trabajo.

*Generando en el grupo de trabajo una determinada cultura, su propia mística, construida por los mismos integrantes del equipo… «En este grupo nos tratamos de esta manera…».

*Proporcionándole espacios de servicio altruista. Algunas compañías han implementado el padrinazgo de escuelas rurales o áreas de menores recursos en donde el equipo de trabajo se encarga de visitar y sostener durante el año. Esto le brinda al empleado un sentido noble y un reconocimiento que no pasa de por sí por lo económico. En muchos casos vuelven a sentir que su vida y su trabajo, tiene un sentido valioso y esto los hace felices. Canalizan sus necesidades básicas y a la vez sienten que aportan valor dentro y fuera de la compañía.

 

Conclusión

Como conclusión a este breve escrito podemos decir que, si bien cuesta tomar la decisión de apostar hacia el trabajo humano dentro de las compañías porque se lo considera «soft» y poco tangible en términos de resultados, la experiencia habla por sí misma.

En equipos de trabajo donde se privilegie la confianza, el trabajo en equipo, el disfrute (que no excluye el esfuerzo ni el logro de resultados) y la escucha efectiva, el grupo es más efectivo a la hora de alcanzar objetivos de trabajo, lo que se refleja luego en más y mejores resultados para la compañía, siendo la misma un espacio no sólo de logro de resultados económicos sino de crecimiento y expansión de sus, ya no ahora «recursos humanos», sino de seres humanos que van a disfrutar su vida y su trabajo.

 

 

* Además de Director General de Protagonista de Cambio, el Licenciado Luciano Porzio es Presidente de la Escuela de Coaching y Agente de Cambio; Life Coach y Consultor Humanístico; Licenciado en Finanzas de Empresas.

La misión de «Protagonista de Cambio» es acompañar a las personas y organizaciones a traer su mejor versión al mundo.